Y cuando por la calle pasa la vida como un huracán, solamente nos queda... observar... y aprender a esquivar los manotazos del viento...

Belen!

Belen!

martes, 4 de diciembre de 2007

Compendio de abogados 1

La Poesía del Derecho

Los abogados, solemos ser poetas. Simplemente, porque a la hora de elegir carrera, apenas si más allá de la adolescencia, suponemos que el bien decir, puede decidir el resultado de una causa.

Nunca pensamos, al optar por la abogacía, que su ejercicio pudiera consistir en acusar; se nos viene haciendo carne la idea de que el valor justicia, sólo habrá de lograrse defendiendo; y defendiendo por excelencia la libertad. Penetramos en la abogacía por el camino esencialmente emocional. Vamos al derecho con todas nuestras apetencias juveniles, vislumbrando una madre sola; un niño abandonado; un anciano desprotegido; un pueblo sojuzgado; un mundo amenazado de destrucción. Y quién, que sea poeta -porque poeta se nace- no siente en su sangre y en sus huesos el llamado del corazón por todas esas pequeñas y grandes causas que hacen a la existencia humana.

Entonces uno, frente a las puertas de la universidad, opta por la abogacía. Y encuentra poesía en lo que de fundamental ostenta cada una de las disciplinas. Lo que no comprende es la importancia que la organización jurídica del Estado atribuye a tantas cosas en las que uno antes no había reparado. La propiedad; las finanzas, el comercio, la política, la administración. Sí entiende uno en su ingenuidad que existe el derecho penal; el procesal penal, el derecho de familia; las grandes acciones tendientes a la efectivización de tales derechos, el Habeas Corpus, con mayúsculas; la acción de amparo... el indulto... la amnistía.

Pero además uno ha creído, literatura y cine por medio, que la erudición es el arma poderosa por excelencia en el ejercicio de la abogacía. Y qué poeta no se siente erudito, con facilidad de expresión, porque además ese incipiente poeta no ha comprendido bien, que la concreción poética no se logra con palabras sino con imágenes. Y además qué poeta no se siente, y a veces con toda razón, dueño del total carisma. Y el carisma -se dice uno- tiene que tener fundamental importancia ante los jueces.

Después, ese poeta en cierne o decididamente precoz poeta advierte, una vez obtenido su título de abogado, que no ha elegido mal su carrera, porque en el ejercicio de la profesión, ha comprendido que sí, que hay en ello poesía, que hay creación, que hay belleza.

Y entonces, por acción inversa descubre que hay una recíproca interrelación. Que la sustancia de su poesía comienza a ceñirse de realidades; que los pequeños episodios de la vida cotidiana dan impulso a su fantasía; que son esos pequeños episodios, los que sublimados adquieren valor de universalidad.

Y el poeta llega entonces a convertirse y ya en forma definitiva en abogado poeta, y se enfrenta con esa generalizada disyuntiva que en definitiva no lo es: poesía "comprometida" o "no comprometida".

La legitimidad de la poesía de amor y ternura no se cuestiona, poesía y ternura parecerían una sola y misma cosa. Existiría en cambio una actitud de rechazo para todo aquello que dijera algo en testimonio de algo y en su estimativa. Por supuesto que dentro de las posibilidades poéticas no está la de la solución de los infinitos problemas que en determinado momento pudieran aquejar a determinado grupo social. El poeta se limita en su canto, a la mostración, ni siquiera llega a la demostración, y mucho menos a la solución, que esa es tarea del sociólogo, en el mejor de los supuestos.

Al margen de ello digamos que no hay actividad creacional que no conlleve un compromiso. Manifiesto o encubierto pero el compromiso existe. Hay opción expresa o tácita, pero la hay. El hombre vive en sociedad y no puede desprenderse de ella, para ser "puro" a salvo de toda connotación del medio.

En el caso del abogado, la metodología jurídica se le mete dentro y quieras que no, el poeta, lo ha de ser con un "plus", él es un realismo acunado de imaginería.

Debo decir que el tema de mi primera labor de seminario en la Facultad de Derecho, a los veinte años, lo fue Delincuencia Juvenil. Allí volqué mis modestos conocimientos, y mi pretenciosa inspiración. A partir de entonces mi orientación profesional quedó signada; también mi orientación creacional.

En noches infinitas, sublimé el hecho cotidiano, que en vigilia atormentó a la abogada: la niñez desvalida, la adolescencia carenciada, la familia en riesgo, la delincuencia juvenil en cuya salvación caminé kilómetros por pasillos tribunalicios y por celdas carcelarias. Lo viví, lo padecí, lo sublimé. Y así sublimado, conmovió y penetró en innumerables instancias de mi gestión profesional. El poeta alcanza en ocasiones a adelantarse a los hechos, a tal punto que en vez de ser éstos el motivo, terminan siendo su prueba. Verificación empírica de una intuición.

"Mi Latinoamérica", precedió al hoy candente "latino­americanismo”.

"Analfabeta", precedió en mucho, a la cruda mostración del drama de nuestro analfabetismo.

No pocas veces incorporé una estrofa, cuando no un poema entero, en mis presentaciones en favor de la niñez. En una acción de amparo, se me preguntó "y esto qué es...? y debí responder "es un poema", pero integra la presentación, tal como ocurrió con “Oración a mi juez” y "Tiembla tu corazón".

Finalmente, debo manifestar que mi poesía llegó a servir en defensa de la niñez desamparada, no en menor medida que la ley, que la doctrina, que la jurisprudencia.

martes, 20 de noviembre de 2007

Discurso de Neruda en la entrega de los premios Nobel

Mi discurso será una larga travesía, un viaje mío por regiones, lejanas y antípodas, no por eso menos semejantes al paisaje y a las soledades del norte. Hablo del extremo sur de mi país. Tanto y tanto nos alejamos los chilenos hasta tocar con nuestros limites el Polo Sur, que nos parecemos a la geografía de Suecia, que roza con su cabeza el norte nevado del planeta.

Por allí, por aquellas extensiones de mi patria adonde me condujeron acontecimientos ya olvidados en sí mismos, hay que atravesar, tuve que atravesar los Andes buscando la frontera de mi país con Argentina. Grandes bosques cubren como un túnel las regiones inaccesibles y como nuestro camino era oculto y vedado, aceptábamos tan sólo los signos más débiles de la orientación. No había huellas, no existían senderos y con mis cuatro compañeros a caballo buscábamos en ondulante cabalgata -eliminando los obstáculos de poderosos árboles, imposibles ríos, roqueríos inmensos, desoladas nieves, adivinando mas bien el derrotero de mi propia libertad. Los que me acompañaban conocían la orientación, la posibilidad entre los grandes follajes, pero para saberse más seguros montados en sus caballos marcaban de un machetazo aquí y allá las cortezas de los grandes árboles dejando huellas que los guiarían en el regreso, cuando me dejaran solo con mi destino. Cada uno avanzaba embargado en aquella soledad sin márgenes, en aquel silencio verde y blanco, los árboles, las grandes enredaderas, el humus depositado por centenares de años, los troncos semi-derribados que de pronto eran una barrera más en nuestra marcha. Todo era a la vez una naturaleza deslumbradora y secreta y a la vez una creciente amenaza de frío, nieve, persecución. Todo se mezclaba: la soledad, el peligro, el silencio y la urgencia de mi misión. A veces seguíamos una huella delgadísima, dejada quizás por contrabandistas o delincuentes comunes fugitivos, e ignorábamos si muchos de ellos habían perecido, sorprendidos de repente por las glaciales manos del invierno, por las tormentas tremendas de nieve que, cuando en los Andes se descargan, envuelven al viajero, lo hunden bajo siete pisos de blancura.

A cada lado de la huella contemplé, en aquella salvaje desolación, algo como una construcción humana. Eran trozos de ramas acumulados que habían soportado muchos inviernos, vegetal ofrenda de centenares de viajeros, altos cúmulos de madera para recordar a los caídos, para hacer pensar en los que no pudieron seguir y quedaron allí para siempre debajo de las nieves. También mis compañeros cortaron con sus machetes las ramas que nos tocaban las cabezas y que descendían sobre nosotros desde la altura de las coníferas inmensas, desde los robles cuyo último follaje palpitaba antes de las tempestades del invierno. Y también yo fui dejando en cada túmulo un recuerdo, una tarjeta de madera, una rama cortada del bosque para adornar las tumbas de uno y otro de los viajeros desconocidos.

Teníamos que cruzar un río. Esas pequeñas vertientes nacidas en las cumbres de los Andes se precipitan, descargan su fuerza vertiginosa y atropelladora, se tornan en cascadas, rompen tierras y rocas con la energía y la velocidad que trajeron de las alturas insignes: pero esa vez encontramos un remanso, un gran espejo de agua, un vado. Los caballos entraron, perdieron pie y nadaron hacia la otra ribera. Pronto mi caballo fue sobrepasado casi totalmente por las aguas, yo comencé a mecerme sin sostén, mis pies se afanaban al garete mientras la bestia pugnaba por mantener la cabeza al aire libre. Así cruzamos. Y apenas llegados a la otra orilla, los baqueanos, los campesinos que me acompañaban me preguntaron con cierta sonrisa:

¿Tuvo mucho miedo?

Mucho. Creí que había llegado mi última hora, dije.

Íbamos detrás de usted con el lazo en la mano me respondieron. -Ahí mismo –agregó uno de ellos– cayó mi padre y lo arrastró la corriente. No iba a pasar lo mismo con usted. Seguimos hasta entrar en un túnel natural que tal vez abrió en las rocas imponentes un caudaloso río perdido, o un estremecimiento del planeta que dispuso en las alturas aquella obra, aquel canal rupestre de piedra socavada, de granito, en el cual penetramos. A los pocos pasos las cabalgaduras resbalaban, trataban de afincarse en los desniveles de piedra, se doblegaban sus patas, estallaban chispas en las herraduras: más de una vez me vi arrojado del caballo y tendido sobre las rocas. La cabalgadura sangraba de narices y patas, pero proseguimos empecinados el vasto, el espléndido, el difícil camino.

Algo nos esperaba en medio de aquella selva salvaje. Súbitamente, como singular visión, llegamos a una pequeña y esmerada pradera acurrucada en el regazo de las montañas: agua clara, prado verde, flores silvestres, rumor de rios y el cielo azul arriba, generosa luz ininterrumpida por ningún follaje.

Allí nos detuvimos como dentro de un círculo mágico, como huéspedes de un recinto sagrado: y mayor condición de sagrada tuvo aun la ceremonia en la que participé. Los vaqueros bajaron de sus cabalgaduras. En el centro del recinto estaba colocada, como en un rito, una calavera de buey. Mis compañeros se acercaron silenciosamente, uno por uno, para dejar unas monedas y algunos alimentos en los agujeros de hueso. Me uní a ellos en aquella ofrenda destinada a toscos Ulises extraviados, a fugitivos de todas las raleas que encontrarían pan y auxilio en las órbitas del toro muerto. Pero no se detuvo en este punto la inolvidable ceremonia. Mis rústicos amigos se despojaron de sus sombreros e iniciaron una extraña danza, saltando sobre un solo pie alrededor de la calavera abandonada, repasando la huella circular dejada por tantos bailes de otros que por allí cruzaron antes. Comprendí entonces de una manera imprecisa, al lado de mis impenetrables compañeros, que existía una comunicación de desconocido a desconocido, que había una solicitud, una petición y una respuesta aún en las más lejanas y apartadas soledades de este mundo.

Más lejos, ya a punto de cruzar las fronteras que me alejarían por muchos años de mi patria, llegamos de noche a las últimas gargantas de las montañas. Vimos de pronto una luz encendida que era indicio cierto de habitación humana y, al acercarnos, hallamos unas desvencijadas construcciones, unos destartalados galpones al parecer vacíos. Entramos a uno de ellos y vimos, al calor de la lumbre, grandes troncos encendidos en el centro de la habitación, cuerpos de árboles gigantes que allí ardían de día y de noche y que dejaban escapar por las hendiduras del techo ml humo que vagaba en medio de las tinieblas como un profundo velo azul. Vimos montones de quesos acumulados por quienes los cuajaron a aquellas alturas. Cerca del fuego, agrupados como sacos, yacían algunos hombres. Distinguimos en el silencio las cuerdas de una guitarra y las palabras de una canción que, naciendo de las brasas y la oscuridad, nos traía la primera voz humana que habíamos topado en el camino. Era una canción de amor y de distancia, un lamento de amor y de nostalgia dirigido hacia la primavera lejana, hacia las ciudades de donde veníamos, hacia la infinita extensión de la vida.

Ellos ignoraban quienes éramos, ellos nada sabían del fugitivo, ellos no conocían mi poesía ni mi nombre. O lo conocían, nos conocían? El hecho real fue que junto a aquel fuego cantamos y comimos, y luego caminamos dentro de la oscuridad hacia unos cuartos elementales. A través de ellos pasaba una corriente termal, agua volcánica donde nos sumergimos, calor que se desprendía de las cordilleras y nos acogió en su seno.

Chapoteamos gozosos, cavándonos, limpiándonos el peso de la inmensa cabalgata. Nos sentimos frescos, renacidos, bautizados, cuando al amanecer emprendimos los últimos kilómetros de jornadas que me separarían de aquel eclipse de mi patria. Nos alejamos cantando sobre nuestras cabalgaduras, plenos de un aire nuevo, de un aliento que nos empujaba al gran camino del mundo que me estaba esperando. Cuando quisimos dar (lo recuerdo vivamente) a los montañeses algunas monedas de recompensa por las canciones, por los alimentos, por las aguas termales, por el techo y los lechos, vale decir, por el inesperado amparo que nos salió al encuentro, ellos rechazaron nuestro ofrecimiento sin un ademán. Nos habían servido y nada más. Y en ese "nada más" en ese silencioso nada más había muchas cosas subentendidas, tal vez el reconocimiento, tal vez los mismos sueños.

Señoras y Señores:

Yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema: y no dejaré impreso a mi vez ni siquiera un consejo, modo o estilo para que los nuevos poetas reciban de mí alguna gota de supuesta sabiduría. Si he narrado en este discurso ciertos sucesos del pasado, si he revivido un nunca olvidado relato en esta ocasión y en este sitio tan diferentes a lo acontecido, es porque en el curso de mi vida he encontrado siempre en alguna parte la aseveración necesaria, la fórmula que me aguardaba, no para endurecerse en mis palabras sino para explicarme a mí mismo.

En aquella larga jornada encontré las dosis necesarias a la formación del poema. Allí me fueron dadas las aportaciones de la tierra y del alma. Y pienso que la poesía es una acción pasajera o solemne en que entran por parejas medidas la soledad y la solidaridad, el sentimiento y la acción, la intimidad de uno mismo, la intimidad del hombre y la secreta revelación de la naturaleza. Y pienso con no menor fe que todo esta sostenido -el hombre y su sombra, el hombre y su actitud, el hombre y su poesia en una comunidad cada vez más extensa, en un ejercicio que integrará para siempre en nosotros la realidad y los sueños, porque de tal manera los une y los confunde. Y digo de igual modo que no sé, después de tantos años, si aquellas lecciones que recibí al cruzar un vertiginoso río, al bailar alrededor del cráneo de una vaca, al bañar mi piel en el agua purificadora de las más altas regiones, digo que no sé si aquello salía de mí mismo para comunicarse después con muchos otros seres, o era el mensaje que los demás hombres me enviaban como exigencia o emplazamiento. No sé si aquello lo viví o lo escribí, no sé si fueron verdad o poesía, transición o eternidad los versos que experimenté en aquel momento, las experiencias que canté más tarde.

De todo ello, amigos, surge una enseñanza que el poeta debe aprender de los demás hombres. No hay soledad inexpugnable. Todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia: de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común.

En verdad, si bien alguna o mucha gente me consideró un sectario, sin posible participación en la mesa común de la amistad y de la responsabilidad, no quiero justificarme, no creo que las acusaciones ni las justificaciones tengan cabida entre los deberes del poeta. Después de todo, ningún poeta administró la poesía, y si alguno de ellos se detuvo a acusar a sus semejantes, o si otro pensó que podría gastarse la vida defendiéndose de recriminaciones razonables o absurdas, mi convicción es que sólo la vanidad es capaz de desviarnos hasta tales extremos. Digo que los enemigos de la poesía no están entre quienes la profesan o resguardan, sino en la falta de concordancia del poeta. De ahí que ningún poeta tenga más enemigo esencial que su propia incapacidad para entenderse con los más ignorados y explotados de sus contemporáneos; y esto rige para todas las épocas y para todas las tierras.

El poeta no es un "pequeño dios". No, no es un "pequeño dios". No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios. A menudo expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree dios. Él cumple su majestuosa y humilde faena de amasar, meter al horno, dorar y entregar el pan de cada día, con una obligación comunitaria. Y si el poeta llega a alcanzar esa sencilla conciencia, podrá también la sencilla conciencia convertirse en parte de una colosal artesanía, de una construcción simple o complicada, que es la construcción de la sociedad, la transformación de las condiciones que rodean al hombre, la entrega de la mercadería: pan, verdad, vino, sueños. Si el poeta se incorpora a esa nunca gastada lucha por consignar cada uno en manos de los otros su ración de compromiso, su dedicación y su ternura al trabajo común de cada día y de todos los hombres, el poeta tomará parte en el sudor, en el pan, en el vino, en el sueño de la humanidad entera. Sólo por ese camino inalienable de ser hombres comunes llegaremos a restituirle a la poesía el anchuroso espacio que le van recortando en cada época, que le vamos recortando en cada época nosotros mismos.

Los errores que me llevaron a una relativa verdad, y las verdades que repetidas veces me condujeron al error, unos y otras no me permitieron -ni yo lo pretendí nunca- orientar, dirigir, enseñar lo que se llama el proceso creador, los vericuetos de la literatura. Pero sí me di cuenta de una cosa: de que nosotros mismos vamos creando los fantasmas de nuestra propia mitificacion. De la argamasa de lo que hacemos, o queremos hacer, surgen más tarde los impedimentos de nuestro propio y futuro desarrollo. Nos vemos indefectiblemente conducidos a la realidad y al realismo, es decir, a tomar una conciencia directa de lo que nos rodea y de los caminos de la transformación, y luego comprendemos, cuando parece tarde, que hemos construido una limitación tan exagerada que matamos lo vivo en vez de conducir la vida a desenvolverse y florecer. Nos imponemos un realismo que posteriormente nos resulta más pesado que el ladrillo de las construcciones, sin que por ello hayamos erigido el edificio que contemplábamos como parte integral de nuestro deber. Y en sentido contrario, si alcanzamos a crear el fetiche de lo incomprensible (o de lo comprensible para unos pocos), el fetiche de lo selecto y de lo secreto, si suprimimos la realidad y sus degeneraciones realistas, nos veremos de pronto rodeados de un terreno imposible, de un tembladeral de hojas, de barro, de libros, en que se hunden nuestros pies y nos ahoga una incomunicación opresiva.

En cuanto a nosotros en particular, escritores de la vasta extensión americana, escuchamos sin tregua el llamado para llenar ese espacio enorme con seres de carne y hueso. Somos conscientes de nuestra obligación de pobladores y -al mismo tiempo que nos resulta esencial el deber de una comunicación critica en un mundo deshabitado y, no por deshabitado menos lleno de injusticias, castigos y dolores, sentimos también el compromiso de recobrar los antiguos sueños que duermen en las estatuas de piedra, en los antiguos monumentos destruidos, en los anchos silencios de pampas planetarias, de selvas espesas, de ríos que cantan como sueños. Necesitamos colmar de palabras los confines de un continente mudo y nos embriaga esta tarea de fabular y de nombrar. Tal vez ésa sea la razón determinante de mi humilde caso individual: y en esa circunstancia mis excesos, o mi abundancia, o mi retórica, no vendrían a ser sino actos, los más simples, del menester americano de cada día. Cada uno de mis versos quiso instalarse como un objeto palpable: cada uno de mis poemas pretendió ser un instrumento útil de trabajo: cada uno de mis cantos aspiró a servir en el espacio como signos de reunión donde se cruzaron los caminos, o como fragmento de piedra o de madera con que alguien, otros que vendrán, pudieran depositar los nuevos signos.

Extendiendo estos deberes del poeta, en la verdad o en el error, hasta sus últimas consecuencias, decidí que mi actitud dentro de la sociedad y ante la vida debía ser también humildemente partidaria. Lo decidí viendo gloriosos fracasos, solitarias victorias, derrotas deslumbrantes. Comprendí, metido en el escenario de las luchas de América, que mi misión humana no era otra sino agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de esa henchida torrentera pueden nacer los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos. Y aunque mi posición levantara o levante objeciones amargas o amables, lo cierto es que no hallo otro camino para el escritor de nuestros anchos y crueles países, si queremos que florezca la oscuridad, si pretendemos que los millones de hombres que aún no han aprendido a leernos ni a leer, que todavía no saben escribir ni escribirnos, se establezcan en el terreno de la dignidad sin la cual no es posible ser hombres integrales.

Heredamos la vida lacerada de los pueblos que arrastran un castigo de siglos, pueblos los más edénicos, los más puros, los que construyeron con piedras y metales torres milagrosas, alhajas de fulgor deslumbrante: pueblos que de pronto fueron arrasados y enmudecidos por las épocas terribles del colonialismo que aún existe.

Nuestras estrellas primordiales son la lucha y la esperanza. Pero no hay lucha ni esperanza solitarias. En todo hombre se juntan las épocas remotas, la inercia, los errores, las pasiones, las urgencias de nuestro tiempo, la velocidad de la historia. Pero, qué sería de mí si yo, por ejemplo, hubiera contribuido en cualquiera forma al pasado feudal del gran continente americano? Cómo podría yo levantar la frente, iluminada por el honor que Suecia me ha otorgado, si no me sintiera orgulloso de haber tomado una mínima parte en la transformación actual de mi país? Hay que mirar el mapa de América, enfrentarse a la grandiosa diversidad, a la generosidad cósmica del espacio que nos rodea, para entender que muchos escritores se niegan a compartir el pasado de oprobio y de saqueo que oscuros dioses destinaron a los pueblos americanos.

Yo escogí el difícil camino de una responsabilidad compartida y, antes de reiterar la adoración hacia el individuo como sol central del sistema, preferí entregar con humildad mi servicio a un considerable ejército que a trechos puede equivocarse, pero que camina sin descanso y avanza cada día enfrentándose tanto a los anacrónicos recalcitrantes como a los infatuados impacientes. Porque creo que mis deberes de poeta no sólo me indicaban la fraternidad con la rosa y la simetría, con el exaltado amor y con la nostalgia infinita, sino también con las ásperas tareas humanas que incorporé a mi poesía.

Hace hoy cien años exactos, un pobre y espléndido poeta, el más atroz de los desesperados, escribió esta profecía: A l’aurore, armés d’une ardente patience, nous entrerons aux splendides Villes. (Al amanecer, armados de una ardiente paciencia entraremos en las espléndidas ciudades.)

Yo creo en esa profecía de Rimbaud, el vidente. Yo vengo de una oscura provincia, de un país separado de todos los otros por la tajante geografía. Fui el más abandonado de los poetas y mi poesía fue regional, dolorosa y lluviosa. Pero tuve siempre confianza en el hombre. No perdí jamás la esperanza. Por eso tal vez he llegado hasta aquí con mi poesía, y también con mi bandera.

En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: solo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres.

Así la poesía no habrá cantado en vano.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Patricio Rey y sus redonditos de ricota


Todo un palo

El futuro llegó hace rato.
Todo un palo, ya lo ves.
Veámoslo un poco con tus ojos.
El futuro ya llegó.

Yo voy en trenes.
No tengo donde ir.
Algo me late
Y no es mi corazón.

¿Cómo no sentirme así?
Si ese perro sigue allí.
¿Que podría ser peor?
Eso no me arregla.
Eso no me arregla a mí.

Estás llamando a un gato con silbidos.
El futuro ya llegó.
Llegó como vos no lo esperabas.
Todo un palo, ya lo ves.

No es por vos, no creas, mucho menos lo sueñes.

Esta canción refleja lo que auguriamos (quizas hasta presagiamos) hundidos en la tristeza, llego el tan ansiado futuro, y efectivamente logramos cambiar, para destrozar todo, para arruinar. Siendo capaces de los peores genocidios, el geo-genocidio, discriminación, sangre, hambre y un millar de números rojos en la cuenta de nuestra esperanzas y de nuestro olvido.

Que idiotas. Que falta de gente... Que falta de vida


jueves, 15 de noviembre de 2007

Cadaver exquisito


La noticia me pego como una cascada, mientras la vida pasa, sin darte cuenta ahí estas, un espectador entre tantos otros con tu cara de colgado, viendo el final de otra obra, mayor y mas loable…

Se fue nuestro querido compañero, mi más amado profesor que cayó en mi vida, tan de sorpresa como una nevada en Santiago del Estero, el traficante de sueños, el Freud de las letras, de las silabas, de las benditas y exquisitas palabras.

Estábamos los tres parados frente a su cadáver, nos mirábamos los unos a los otros, anonadados, huérfanos, e increíblemente vacíos…

Nos dimos una última mirada junto con el cadáver, y en silencio descubrimos lo que cada uno estaba pensando, cambiamos la cara de desolación por una de asombro, fríos y calculadores mirábamos hacia la puerta, su distancia se hacia pequeña, y nuestras agilidades mucho más grandes, el grito de largada no fue necesario, mucho menos la bandera a cuadros, era una competencia, una carrera, quien llegaba primero…

- Yo lo quería más… - vociferabas

- El dijo que yo iba a ser su sucesor – exclamó Meme.

- Yo no quiero ser menos – Me salio del alma.

Era una carrera en verdad, sobre quien lograría escribir primero sobre él, sobre su muerte. Quien iba a recibir el oro de su defunción, y más para atrás, lentamente se paraba el pobre Carlos, confundido, y triste, un velorio sin nadie, sin amigos, ni familiares, un velorio frío. Aturdido por todo lo que sucedía, gritaba…

- ¡¡¡No señores!!! – Se escuchaba del muerto – Esto si que no, si alguien va a escribir sobre mi muerte soy exclusivamente yo, soy el único capaz de hacerlo, ¡¡¡Fuera buitres!!!

El difunto salto del sarcófago y atrevasando como una flecha la sala velatoria, tomo la delantera.

Tan funesto designio, obsérvame aquí a las 04.53 de la mañana, en carrera con dos escritores y un difunto en el cyber, Meme escribe una poesía, vos un ensayo, Carlos una novela, y yo sin saber que mierda hacer.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Porque todabia no me compre un DVD - EDUARDO GALEANO

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!
Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.
¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.
Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.
¡Nos están fastidiando! ¡¡Yo los descubrí. Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de xx años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon.
La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.
De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el ‘guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo’ pasarse al ‘compre y tire que ya se viene el modelo nuevo’.
Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo)
Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita.
¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.
Y guardábamos. ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!!
¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!
Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus.
Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.
Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.
Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables.
Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.
¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía ‘este es un 4 de bastos’.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa (broches) y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden ‘matarlos’ apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney.
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: ‘Cómase el helado y después tire la copita’, nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.
Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.
Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.
¡Ah! ¡No lo voy a hacer!
Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.
Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer.
No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.
No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.
De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.
Hasta aquí.

martes, 13 de noviembre de 2007

PINTI"

TESTAMENTO DE PINTI... (un grande)

YO, hombre del medio pelo argentino, en mis cabales y absolutamente responsable del momento que me toca morir, digo, vivir, dejo todo mi agradecimiento a las fuerzas vivas, muy vivas, yo diría avivadas, que me gobernaron con total falta de respeto e idoneidad profesional.

A los conservadores aristocráticos de la primera hora, les dejo un manual de Historia Argentina para que relean a ver dónde dice que en una república democrática alguien puede creerse superior a los demás por cuestiones de linaje y casta, sobre todo, siendo hijos de inmigrantes como cualquiera, en nombre de esa prosapia trucha, con horrorosos latifundios dignos del peor señor feudal del medioevo en pleno siglo XX y cagarse en el pobre, insultándolo con una caridad que, en el 90% de los casos, es humillante e insuficiente.

A los correligionarios radicales les dejo una brújula para que, al saber dónde está el sur y dónde está el norte, sepan también definirse entre la izquierda y la derecha o el centro en vez de ser alternativamente pseudo-bolches o gorilas conservas.

A los distinguidos camaradas de las izquierdas argentinas les dejo un manual titulado '¿Qué Es la Clase Obrera?', con modelo para armar incluido, a ver si así pueden explicarse qué les faltó para lograr un puto voto del laburante que, ante la confusión de prédicas que iban desde el hermetismo intelectual a la declaración de guerra de guerrillas, prefirieron (y esto debe ser único en el mundo) votar a la derecha o apoyar dictaduras populistas.

A los compañeros peronistas les dejo un manual de la contradicción perpetua y fanática donde se explica cómo un movimiento populista que luchó contra el conservadorismo puede llegar a ser un movimiento conservador que acusa de populistas a los que luchan contra los conservadores, y cómo se puede glorificar a Evita haciendo todo lo contrario de lo que hacía ella.

También les dejo un bombo para que lo conviertan en shopping y un CD doble con canciones de Menem y música de Palito Ortega cantado por María Julia.

A los milicos que tengan menos espíritu de cuerpo.


Y a las generaciones venideras sepan que hubo una vez un país rico, grande, lleno de buena gente al cual unos pocos pícaros avivados hundieron sin remedio.

ENRIQUE PINTI

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RECIBI ESTE MAIL HACE TIEMPO, NO SE SI SERA DE PINTI PERO DE QUE ME FASCINO ME ENLOQUECIO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

lunes, 12 de noviembre de 2007

DERECHO AL DELIRIO - EDUARDO GALEANO

Ya está naciendo el nuevo milenio. No da para tomarse el asunto demasiado en serio: al fin y al cabo, el año 2001 de los cristianos es el año 1379 de los musulmanes, el 5114 de los mayas y el 5762 de los judíos. El nuevo milenio nace un primero de enero por obra y gracia de un capricho de los senadores del imperio romano, que un buen día decidieron romper la tradición que mandaba celebrar el año nuevo en el comienzo de la primavera. Y la cuenta de los años de la era cristiana proviene de otro capricho: un buen día, el papa de Roma decidió poner fecha al nacimiento de Jesús, aunque nadie sabe cuando nació.

El tiempo se burla de los límites que le inventamos para creernos el cuento de que él nos obedece; pero el mundo entero celebra y teme esta frontera.

Una invitación al vuelo

Milenio va, milenio viene, la ocasión es propicia para que los oradores de inflamada verba peroren sobre el destino de la humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien el fin del mundo y la reventazón general, mientras el tiempo continúa, calladito la boca, su caminata a lo largo de la eternidad y del misterio.

La verdad sea dicha, no hay quien resista: en una fecha así, por arbitraria que sea, cualquiera siente la tentación de preguntarse cómo será el tiempo que será. Y vaya uno a saber cómo será. Tenemos una única certeza: en el siglo veintiuno, si todavía estamos aquí, todos nosotros seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.

Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:

el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;

en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros;

la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;

el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;

la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;

se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;

en ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;

los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;

los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;

los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;

los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;

la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;

la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero;

nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene;

el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;

la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos;

nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;

los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;

la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;

la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;

la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;

una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;

en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;

la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;

la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»;

serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma; los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar;

seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo;

la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.

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Todo un maestro, suño con delirar, y me encuentro actualmente obstruida, y en construcción, veinte años, perdidos, veinte años, y todabia no hago nada... Que vergüenza.

BELENCHUS!

sábado, 10 de noviembre de 2007

El arte se llama rocambole!

UN OBRERO DEL LAPIZ Y EL PINCEL

Fuente: Revista de distribución gratuita "Rockaloca" - Número 5 (1999)

Ricardo "El Mono" Cohen o Rocambole es el artista plástico de Los Redonditos de Ricota. En los comienzos de Patricio Rey diseñaba el vestuario del ballet ricotero, los volantes y las entradas. Más tarde, sus dibujos ilustraron, de una vez y para siempre,las tapas de los discos y las escenografías de los shows.
"Tengo el dudoso honor de que mis dibujos estén en todas las cárceles argentinas. Casi todos los presos los tienen tatuados. A veces me pregunto: ¿Si esto era la fama, cómo será el anonimato?", lanza Rocambole con ojos serios y sonrisa chispeante mientras ojea la tevé de un barsucho de Recoleta. "Hoy parece que no pasan Los Simpsons", piensa en voz alta.

¿Qué significa ser el otro?
Es difícil serlo, porque uno vive aquí adentro. Tan difícil que así estamos, que nos la pasamos haciéndole al Otro todas las herejías posibles. El problema es que cuando uno se siente El Otro, se transforma en una víctima. Aunque para mi, lo más difícil es ser yo. No es fácil encontrarse y reconocerse. Pero hay personas que te hacen sentir más uno mismo. Eso me ocurre cuando estoy enamorado. Pero a esta altura de mi vida ya pienso en el amor como en una locura de los sentidos.
¿Y en sus dibujos te ves reflejado?
No sé, a mi dibujar me sirve para comprender algunas cosas. Renuncié a entender al mundo desde un entendimiento sistemático. Busqué entenderlo de una manera analógica, sin lógica. Por eso elegí las artes plásticas. Miro al mundo con curiosidad, casi como si fuera un marciano, con una mirada de gran asombro.
¿Y ese asombro se transforma en un dibujo?
A veces sí, pero el 90% de mis dibujos los tiro. Son ensayos, experimentos que después se transforman en otra cosa. Lo más atractivo del arte es que siempre se le puede buscar una vuelta nueva. Pero intento hacer mi trabajo como un buen zapatero hace el suyo. Soy sólo un obrero del lápiz y el pincel.
¿Qué les dirías a los pibes sobre el SIDA?
Yo no bajo ninguna línea. Vengo de una época donde no existía el Sida. Creo que el Sida es una catástrofe. En los 60, temíamos que el futuro fuese una catástrofe y quizás de eso se trate no?
¿Y Patricio Rey podrá hacer algo por nosotros?
Patricio Rey es una entidad omnipresente, como Dios. Y ha dado que hablar. Que fenómeno notable, no? Es una realidad aparte.
Es curioso, Los Redondos siempre fueron La Otra banda, los independientes, los distintos, pero a la vez son la banda más popular de la Argentina...
Quizás fue un castigo. Cuando empezamos, que hubiera más de 3 tipos que estén de acuerdo con nosotros significaba que ya nos estábamos poniendo viejos. Hacerse famoso era malo. Era mucho mejor ser los otros.



lunes, 5 de noviembre de 2007

FE DE ERRATAS

Para todos los que me felicitan por "CRÓNICA DE MI MISMA", les re mil reitero que NOOO!!! es mia es de Matilde Alba Swann, lo puse, pero se desconfiguro el color!!!!
Gracias, y perdon
por la
molestias!
Perdon Matilde!
BELENCHUS!!

Elizabeth Bishop - 4 what I´ve lost

One Art
The art of losing isn't hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.


Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn't hard to master.


Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.


I lost my mother's watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn't hard to master.


I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn't a disaster.


Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan't have lied. It's evident
the art of losing's not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

--
Elizabeth Bishop


domingo, 4 de noviembre de 2007

You´ll rescue me right????



ALANIS MORISSETTE

"Precious Illusions"

You'll rescue me right?
In the exact same way they never did..
I'll be happy right?
When your healing powers kick in

You'll complete me right?
Then my life can finally begin
I'll be worthy right?
Only when you realize the gem I am?

But this won't work now the way it once did
And I won't keep it up even though I would love to
Once I know who I'm not then I'll know who I am
But I know I won't keep on playing the victim

These precious illusions in my head did not let me down
When I was defenseless
And parting with them is like parting with invisible best friends

This ring will help me yet as will you knight in shining armor
This pill will help me yet as will these boys gone through like water

But this won't work as well as the way it once did
Cuz I want to decide between survival and bliss
And though I know who I'm not I still don't know who I am
But I know I won't keep on playing the victim

These precious illusions in my head did not let me down when I was a kid
And parting with them is like parting with a childhood best friend

I've spent so long firmly looking outside me
I've spent so much time living in survival mode

This won't work now the way it once did
Cuz I want to deside between servival and bliss
Now I know who I'm not
I don't I still don't know who I am
But I know I won't keep on playing the victom

These precious illusions in my head did not let me down
When I was defenseless
And parting with them is like parting with invisible best friends


These precious illusions in my head did not let me down
When I was a kid
And parting with them is like parting with childhood best friends
El hombre no es un problema


Es un misterio......

Dejame ser feliz... con vos....

¡ATORRANTE TE AMO!
Feliz medio año,

perdón, puedo ser un témpano o un iceberg muchas veces,
pero gracias a dios no sos el Titanic...

Dejame empezar a respirar,
que tu paz me purifica,
que este desaliento y locura se acabe,
con tus palabras,

Dejame sentir esa paz que te mueve,
que llene mis rodillas y las impulse
una vez mas adelante ...
Que mueve tu mágico estoicismo?
Esa paz que te eleva,
esa seguridad,

esa sonrisa,
que contagia ...
Llevame en tu tour por las estrellas

Y convenceme de que
no hay por que preocuparme
De que en verdad puedo y merezco ser feliz ...
Aunque quizas no sea cierto,
pero si sale de tus labios ...
Me rindo y hasta me vendo
por esa verdad,
la que tu me digas,

a la que me quiero atar
Por la que muero y vivo
Mentime que me merezco

ser feliz,
aunque quizas no sea capaz ...
Mentime que me merezco,
mentime
que soy la sombra que solia ser,
Cantame que mi locura

esta noche se enfria
Y mañana se esconde detrás del portón ....
Y es que me siento feliz con vos,
me siento completamente extraña,
me siento humana con vos.
Me siento de verdad ...
Belenchus!

Una naufraga mas en el mazo

Encontre una carta en el medio del mazo, es la mas sola, y la que siempre me significo mas del monton, es el as de corazones, tan potente, tan fuerte y tan inmensurablemente solo.......
En sí representa una de las contradicciones más tristes que ví, la carta mas alta, mas fuerte, más bella y poderosa, esta solitaria...
Es el amor en fin... Y yo solo una espectadora....

Belenchus!

Amigo mio....

Amigo mío,
tengo tanta necesidad de tu amistad.
Tengo sed de un compañero que respete en mí,
por encima de los litigios de la razón,
el peregrino de aquel fuego.
A veces tengo necesidad de gustar por adelantado el calor prometido,
y descansar, más allá de mí mismo,
en esa cita que será la nuestra.
Hallo la paz.
Más allá de mis palabras torpes,
más allá de los razonamientos que me pueden engañar,
tú consideras en mí, simplemente al Hombre,
tú honras en mí al embajador de creencias,
de costumbres, de amores particulares.
Si difiero de ti, lejos de menoscabarte te engrandezco.
Me interrogas como se interroga al viajero,
Yo, que como todos, experimento la necesidad de ser reconocido,
me siento puro en ti y voy hacia ti.
Tengo necesidad de ir allí donde soy puro.
Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas
las que te informaron acerca de lo que soy,
sino que la aceptación de quien soy te ha hecho
necesariamente indulgente para con esas andanzas y esas fórmulas.
Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy.
¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga?
Si todavía combato, combatiré un poco por ti.
Tengo necesidad de ti.

Tengo necesidad de ayudarte a vivir.

(Antoine de Saint-Exupery)

Una opinión del hombre por su humilde servidora

El problema en el que caen una y otra vez filósofos, pensadores, politólogos y muchísimas personas más, desde Aristóteles hasta Adrián Marcel, es en el de clasificar, o al menos intentar hacerlo al hombre en su universalidad.

El hombre no fue, ni es, ni será o mucho menos espera ser universal.

El nace en su particularidad, siendo diferente y completamente dispuesto a mutar, a modificarse continuamente… pero ¿Por qué?

Porque es capaz de sentir, de amar, de odiar, de enloquecerse por hacerlo… Solamente para poder aprender de la experiencia de estas.

Sentimos porque está en nuestra naturaleza, aprendemos porque es producto directo de la misma, causa desencadenante de nuestra evolución.

Aprendemos para no dejar nuestra existencia inútil y sin sentido, para no olvidar.

Somos tan simples y volátiles, que nos negamos o queremos olvidar de la muerte, triste destino, solo un amargado destino, el de vivir intentando burlarla, haciéndonos acreedores de cualquier segundo.

Somos capaces de crear objetos dotados de una hermosura inimaginable, pensamientos paradisíacos, rogando que su magnificencia nos de la puerta de entrada a la inmortalidad.

Leonardo Da Vinci, Sócrates, Saint Exupery, son solo unos pocos, entre tantos que alcanzaron la prolongación de sus vidas gracias a esto, no murieron, viven gracias a sus ideas, a sus creaciones, inertes, conectados en el universo, pero jamás en el olvido.

El hombre pasa su vida añorando que se le perdone su fatalidad.

El objeto de tantos estudios, ese homo sapiens tieso, sin sueños ni esperanzas ni sentimientos no dista mucho de un maniquí, pero si de un ser humano.

Lo expresa Ortega Gasset: “Es el hombre y su circunstancia”, es imposible apreciar la naturaleza de éste en soledad, se relaciona no al nivel tripartito explicitado por Kant, sino junto al otro, pues es la circunstancia de Ortega y el tú de Buber.

Yo soy tu circunstancia y tú eres la mía. Sin tu vida, la mía no sería igual, y lo mismo sucede con las demás personas. Determino lo que está a mí alrededor, no la controlo, porque es imposible hacerlo, si no que lo marco.

Es decir que soy la circunstancia del otro, el otro es siempre y continuamente estimulado por el resto de las personas con las que interactúa toda su vida.

Citando a Maritain, el hombre no es solo un ser material sino dotado de inteligencia y voluntad, no existe de una manera física, sino que hay en el alma que es un espíritu y vale más que todo el universo material.

¿Será ese pensamiento lo eterno o el espíritu?, lo que tengo claro sin lugar a dudas es que es más importante que este bagaje que nos hacen cargar, este esqueleto, esta piel…

Como dijo Dolina:

“El hombre es una perpetua víspera. Es lo que es, pero también lo que todavía no es. Vive inclinado hacia el futuro. Vive deseando y es él mismo su deseo. El hombre se va a morir, pero tiene apetito de eternidad. El hombre es mortal y es esa tragedia la que lo hace libre, la que lo convierte en constante posibilidad. Posibilidad de caída o de salvación. El hombre se va a morir y por eso ama, y por eso escribe poemas. Y tal vez el poetizar no sea más que un juicio sobre el carácter mortal del hombre. La poesía revela nuestra condición fundamental y esa condición es trágica…”

En resumen y sin intentar caer en conceptos: El hombre respira gracias al otro, es marcado por el otro. Es un animal en alteridad capaz de sentir y de aprender de ellos.

Por MARÍA BELÉN CIANFERONI ------

EL HOMBRE

“El hombre no es más que un junco, el más débil de la naturaleza, pero es un junco que piensa.” Pascal, pensamientos

domingo, 14 de octubre de 2007

Por favor, pasen y lean

QUE ALEGRÍA!
QUE GANAS DE GRITAR!!!!!!!!!!

Tengo dos personas a las que quiero muchísimo, que escriben de una manera, que jamás podría alcanzar esta simple, vegetativa y volatil persona que les escribe...

Andres Navarro, ya me dio el placer de permitirme colocarle una poesía en mi patetico blog, la santiagueñidad le sale por los poros, es un grillo, el suave grillo que en las noches de calor emerge con un cricri, que rompe el silencio, y esconde tesoros, que solo muchos pocos pueden hallar, este grillito no toca el violín ni el violonchelo, mucho menos el piano, este grullito desenfunda la pluma, y da batalla, y las cucarachas se espantan, y las damiselas se desmayan. Si quieren visitar su blog es www.elgrillocricri.blogspot.com

Daniel Moreno, la persona más bella que tuve el placer de conocer, también recreó un templo, un oasis, entre tanto caos de la globalización donde el ya! se conjuga con el ahora y solicitan el sístole con el diástole se apuren, y el paro cardíaco en la puerta del corazón, de eso nos protege tus palabras, divino!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Ich lieve sie!
www.divinotemple.blogspot.com

Su unico pecado tan vil y cruel, atroz e imperdonble, es el de dejar de escribir!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
A ninguno de los dos loos perdono

domingo, 7 de octubre de 2007

Al diamante árabe que dejó de brillar

De Joaquin Sabina a Fito Paez
En horas inoportunas
me han ido llegando algunas
noticias que se las traen.
Y, como vuelan y caen
sobre terreno abonado,
voy, señores del jurado,
a contestar enseguida,
para vendarme la herida
cortando con el pasado.
Sabes bien que no intervine,
por respeto, en tu rodaje.
No quise hacerte chantaje,
ni soy crítico de cine.
Cuando me llamaste vine
a filmar en aquel cuarto
como un actor de reparto.
Pero ha llegado el momento
de decirte que lamento
estar harto de estar harto.
Ya es hora de terminar
esta historia interminable,
sin víctimas ni culpables;
pongamos punto final,y,
volvamos, cada cual,
como gatos escaldados,
a ordenar nuestro tejado;
concluyamos esta liga,
si no queremos que siga
lloviendo sobre mojado.
Urge cortar por lo sano
con la gira del verano
y el kilombo del video.
El rol de patito feo
no me va, te lo aseguro
y menos el de hombre duro
que a tí te cuesta tan poco.
Antes de volvernos locos
corrijamos el futuro.
He decidido que paso
la página de este enredo
perdiéndole miedo al miedo.
La gota que colma el vaso
no me la trago; hazme caso
y volvamos a lo nuestro,
cortemos este ambidiestro
nudo gordiano de un tajo;
no soy tan tonto, carajo,
ni tan listo, maestro.
Te lo he dicho muchas veces
y no has querido escucharme
,sin pretender humillarme
me has humillado con creces;
a ti siempre te parece
que mis quejas son por vicio,
que maltrato nuestro oficio
siendo tal y como soy.
Déjame sacarte hoy
por última vez de quicio.
Lo más difícil ahí queda:
catorce hermosas canciones,
clips, reseñas, promociones,
mi voz de lija y tu seda;
con que sálvese quien pueda,
antes de que otras rencillas
conviertan en pesadillas
los sueños de la razón.
También sé decir que no
si me buscan las cosquillas.
No filmaré más video
ni discutiré contigo,
seguiré siendo tu amigo
sin urgencias ni careos.
De corazón te deseo
que lo entiendas noblemente
y le expliques a tu gente
que éste es un final feliz.
No puedo seguir así,
con la pluma entre los dientes.
Tengo que empezar de nuevo
para escapar del abismo,
a decidir por mí mismo
sin contar con nadie;
debo atreverme, si me atrevo,
a demostrar lo que digo,
sin pretensiones ni testigos,
con aire nuevo en las pilas
y la conciencia tranquila
de éste, tu íntimo enemigo.
----------------------
A pesar de ser una fan a muerte de Sabina, esto no lo puedo perdonar, odio a Fito Paez de chica, pero por más que una amistad decaiga y muera como una flor en otoño, fue bella mientras fue septiembre, y por ese septiembre,, por esa primavera que nos regala n el corazón, es que se merece ese cuidado amor, interno, en el jardín del amor.
Se la cuida del escandalo y de las filosas bocas del populacho, porque mientras valio, era de verdad y no era mierda, era un diamante de verdad.
Que te cuide siempre dios, en mi corazón, por mi parte, yo te riego cada mañana loquilla, portate de acuerdo a tu convicción, y aquí me ves sin ti...
Suerte y bon voyage!...............